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La Specialisterne Foundation es una fundación sin ánimo de lucro que tiene como objetivo crear empleo para un millón de personas con autismo/neurodivergentes a través del emprendimiento social, de la implicación del mundo empresarial y de un cambio global de mentalidad.

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Cómo procesar los estímulos de un mundo caótico

Nov 25, 2022

Es muy común escuchar que las personas autistas procesan la información de forma diferente, pero ¿a qué nos referimos exactamente con esto? ¿Qué implica el término “procesamiento” y qué actividades o acciones están relacionadas con él?

En realidad, toda nuestra vida gira entorno a nuestro estilo o forma de procesar los estímulos del exterior. Para simplificarlo mucho, el procesamiento se refiere a nuestra manera de percibir la información que nos llega a través de diferentes canales (una conversación, una caricia, un ruido fuerte, una expresión facial de disgusto o de alegría, etc.) y, posteriormente, en cómo integramos todos estos datos en nuestro cerebro para darles un sentido y una coherencia. Por último, deberemos elaborar una respuesta para hacer frente a las demandas del entorno.

Procesamiento en autismo: visual, detallado, secuencial

El procesamiento en autismo, a diferencia de lo que ocurre en personas neurotípicas, suele ser profundo, secuencial (es decir, una cosa detrás de la otra), minucioso, orientado al detalle y especializado. Por todo ello, solemos destacar en memorizar hechos o imágenes (especialmente a largo plazo), en analizar diferentes cuestiones en detalle, en tareas donde aparezcan datos concretos y contrastados y/o información explícita (en lugar de insinuaciones o referencias ambiguas), en recordar eventos que ocurrieron hace mucho, en encontrar patrones y secuencias, en trabajos informáticos o en ejercicios que requieran de un razonamiento lógico, y en focalizar nuestra atención en una tarea concreta, entre muchas otras actividades.

Además, las personas autistas buscamos constantemente el pragmatismo y la utilidad de todo aquello que hacemos (no nos gusta la información superflua o prescindible, y, en su lugar, preferimos las cosas claras y directas), y tenemos un fuerte sentido de la justicia y de la moralidad (estas últimas características pueden considerarse virtudes pero, desgraciadamente, la sociedad suele tacharnos de “rígidos” e inflexibles por intentar ceñirnos siempre a lo que consideramos correcto). Por último, comentar que una de nuestras principales fortalezas es el pensamiento visual o en imágenes; sea cual sea la información que quieran transmitirnos, es muy probable que la comprendamos mejor si viene acompañada de imágenes, pictogramas, esquemas y otros tipos de apoyos visuales.

Como es lógico, no hay dos personas autistas iguales (puede haber alguien, por ejemplo, que no destaque por su memoria a largo plazo, o que tenga una habilidad extraordinaria en interpretar información ambigua), pero sí que es cierto que la gran mayoría nos caracterizamos por este tipo de procesamiento más detallado (el famoso “hiperfoco”, que nos ayuda a concentrarnos y olvidarnos de todo lo demás), y que preferimos hacer las cosas de una en una, en lugar de ocuparnos de varias tareas simultáneamente. Pero, como ocurre con los neurotípicos, el autismo es un espectro, y cada uno de nosotros tiene unas fortalezas y unas debilidades concretas, más allá de estas consideraciones generales.

Demandas del entorno neurotípico

Como acabamos de ver, las personas autistas tienen una gran cantidad de virtudes y talentos específicos, pero, ¿qué ocurre cuando nos relacionamos con el entorno? Aquí es cuando vienen los problemas. En general, el mundo es cambiante e impredecible, y se rige por normas ambiguas y abstractas, en lugar de lógicas y concretas. Además, las interacciones sociales suelen exigir procesar una gran cantidad de estímulos en paralelo, así como elaborar inferencias a partir de información sutil y poco explícita (tonos de voz que insinúan estados de ánimo concretos, por ejemplo).

Nosotros preferimos relacionarnos con personas y ambientes predecibles, así como con entornos estructurados y controlables. Además, nos ayuda mucho en nuestro desempeño diario tener rutinas más o menos fijas, planificar nuestras tareas y anticipar problemas u obstáculos a superar antes de que ocurran (la improvisación no suele ser nuestro fuerte).

Sin embargo, nos encontramos constantemente con demandas poco concretas (“podemos vernos más tarde”, “entrégame esta tarea dentro de unos días”, etc.), con reglas sociales que cambian de significado según el contexto en el que nos encontremos (hay que saludar de diferentes maneras en una fiesta y en una reunión de trabajo, por ejemplo), con conversaciones simultáneas (que, además, demandan una capacidad rápida de respuesta) y no lineales (es decir, que saltan de un tema a otro sin previo aviso, en desorden), con códigos poco literales en las interacciones sociales (metáforas, bromas, juegos de palabras, etc.) y con entornos de trabajo que suelen premiar, desgraciadamente, la inmediatez, el famoso “multitasking” (hacer varias tareas de forma simultánea), el buen desempeño social y la capacidad de adaptación y la flexibilidad ante los cambios, en detrimento de la investigación concreta y minuciosa o la rigurosidad de los trabajos presentados.

Muchas personas autistas, por descontado, podemos adaptarnos a estas exigencias (llevamos haciéndolo toda la vida; el masking, en gran parte, nos permite ponernos una máscara y performar todas las actitudes que vemos premiadas en la sociedad), pero esto, obviamente, tiene un gran coste para nosotros. Dado que nuestro estilo de procesamiento es diferente, nos forzamos constantemente a encajar en un mundo que no está diseñado para nosotros, y, por lo tanto, es muy frecuente que acabemos agotados tras socializar durante muchas horas, o que tengamos meltdowns o shutdowns al intentar sostener situaciones que nos están incomodando (una discusión en la que intervienen muchos estímulos, por ejemplo, o un trayecto en tren a hora punta), así como burnouts por no tener adaptaciones adecuadas en nuestro lugar de trabajo.

Además, si no somos capaces de identificar nuestras necesidades y pedir a nuestro entorno que nos escuche y nos comprenda, es muy probable que nuestra ansiedad se vaya acentuando día a día, y que tengamos otros problemas de salud mental (depresión, trastorno de estrés post-traumático, e incluso ideaciones suicidas).

Cabe señalar aquí que el problema no está en nosotros, y que no existe ninguna tara o defecto individual que deba corregirse porque sea malo en sí mismo, sino que todas las dificultades que tenemos las personas autistas se producen por esta interacción con un entorno pensado por y para las personas neurotípicas. Además, existe el estigma de calificar como erróneo o defectuoso todo lo que no es común a la gran mayoría, y, por ello, hablar de neurodivergencias y de cómo se manifiestan ciertos rasgos de nuestro carácter sigue siendo un tabú, algo incómodo para gran parte de la población (por ejemplo, no mirar a los ojos está mal visto, e incluso puede verse como una falta de respeto).

Habría que cambiar el foco para buscar soluciones reales; es la sociedad la que discapacita a muchas personas neurodivergentes (por cómo están pensados los trámites burocráticos, por el exceso de estímulos que demandan ciertos espacios, etc.), y, por lo tanto, también es la sociedad la que debería adaptarse a nosotros (hasta lograr, idealmente, una convivencia de igual a igual, sana y respetuosa), en lugar de forzarnos a encajar en unos moldes que nos provocan mucho sufrimiento diario.

Ejemplos del procesamiento profundo

Desde muy pequeñas, las personas autistas intuimos que somos diferentes al resto, pero no acabamos de comprender por qué. Yo, por ejemplo, notaba que tenía grandes dificultades en ciertos ámbitos o actividades considerados fáciles y que, en cambio, las tareas más complicadas (según los profesores, los padres y los otros niños) las realizaba prácticamente sin pestañear, mucho más rápido que el resto de compañeros. Yo por aquel entonces no lo sabía, pero esa extraña sensación de ser torpe y brillante a la vez estaba estrechamente relacionada con el hecho de poseer un estilo de procesamiento atípico.

Voy a poner algunos ejemplos cotidianos para que se entienda bien esta explicación. A mí, por ejemplo, siempre me ha costado mucho entender películas de acción, de aventuras o de fantasía, ya que, en ellas, suelen haber muchos personajes secundarios, tramas y subtramas paralelas, escenas que se suceden rápidamente unas a otras, muchos estímulos que procesar en poco tiempo, una gran cantidad de efectos especiales y, a veces, una exposición no lineal de los hechos que ocurren en las diferentes tramas. Siempre he tenido mucho complejo por este tema, porque las películas de acción son consideradas fáciles por la gran mayoría de la gente (muchos amigos suelen verlas incluso para desconectar, sin prestar demasiada atención), y en cambio, para mí, es prácticamente imposible ver una película de este tipo sin pausarla cada dos minutos y leer resúmenes de lo que acaba de ocurrir. He tardado 28 años en comprender y aceptar que, simplemente, en los filmes de acción se juntan muchas de las cosas que me estresan o me incomodan, y que no pasa absolutamente nada por reconocerlo y vivir con ello.

Por el contrario, puedo comprender fácilmente manuales de teoría de diferentes materias, y leer durante horas libros de psicología, filosofía, literatura y de muchos otros temas de mi interés, a pesar de tener un vocabulario técnico y construcciones sintácticas y gramaticales que muchas personas pueden considerar complicadas. ¿Por qué ocurre esto? Muy sencillo: esta actividad requiere de un procesamiento lento, profundo, minucioso, de centrar nuestra atención en un solo foco, de analizar en detalle y a nuestro ritmo lo que nos están contando y, además, las explicaciones de estos libros son explícitas, sin elipsis o vacíos que debas rellenar con tu imaginación, con información objetiva y contrastada y con una exposición lógica y ordenada de los hechos, entre muchas otras cosas.

Yo siempre me he preguntado: ¿por qué no entiendo películas de entretenimiento y, en cambio, leo libros de teoría desde muy pequeña? No tiene nada que ver con ser más o menos inteligente, sino que este ejemplo se relaciona con nuestra forma de procesar e integrar la información del exterior. Os invito a conocer a otras personas autistas para que todos nos enriquezcamos mutuamente a través de nuestras formas únicas y peculiares de entender el mundo.

 

(Artículo de Montse Bizarro, Specialisterne España)