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Funciones ejecutivas en autismo: la memoria a corto plazo

Jun 30, 2023

Entrar en la cocina y no recordar por qué ni para qué, coger el teléfono para llamar a alguien y quedarme con el aparato en la mano sin saber qué iba a hacer, conocer gente nueva y olvidar su nombre en el momento exacto en que me lo dicen, charlar con un amigo y preguntarle algo que acaba de decirme hace dos minutos, pedir información para llegar a algún sitio y perderme en el primer cruce porque ya he olvidado todas las instrucciones que me han dado…

 

Por supuesto, a todos nos ocurren algunas de las cosas mencionadas anteriormente, pero, como he explicado muchas veces, son la frecuencia y la intensidad con la que se manifiestan algunos fenómenos -si afectan de forma negativa y significativa a la vida cotidiana, la escuela, el trabajo y las relaciones- los que determinan que las califiquemos como “problemas”.

 

De pequeño, debido a esta tendencia a olvidar constantemente las instrucciones que mis padres y profesores me daban, me pusieron la etiqueta de “está en su mundo”. Luego vino la del adolescente rebelde y antipático que quería hacerlo todo a su manera. Y, posteriormente, la del adulto desconsiderado, que no se preocupa por los demás porque olvida citas, fechas importantes, nombres de personas, datos personales o tareas pendientes.

 

El mayor problema siempre ha sido que, debido a que tengo una memoria a largo plazo extraordinaria -centrada en los detalles, y, sobre todo, en mis temas de interés-, mi inexistente memoria a corto plazo siempre ha sido vista como una manifestación de desinterés, casi como una ofensa contra algo o contra alguien.

 

En pocas palabras, la memoria a corto plazo -o memoria de trabajo- es como un almacén transitorio donde la información sensorial y los pensamientos se retienen durante un tiempo breve -unos 20 segundos- antes de borrarse o enviarse a la memoria a largo plazo.

 

La memoria a corto plazo, al igual que otras funciones ejecutivas, forma parte de esas capacidades cognitivas superiores que se definen como top-down, es decir, aquellas que operan “de arriba hacia abajo”: procesos cognitivos complejos en los que se elabora y comprende un estímulo a partir de datos almacenados en la memoria a largo plazo, experiencias pasadas, objetivos y creencias personales. Esto se debe a que la información que se almacena temporalmente en nuestra memoria de trabajo necesita una acción voluntaria y compleja que determine qué se debe hacer con ella, si se debe usar o eliminar y cómo debemos proceder en cada caso.

 

Sin embargo, sabemos que la memoria a corto plazo está influenciada por otra función ejecutiva, la atención, ese proceso que nos permite obviar cualquier estímulo que pueda distraernos de la tarea que estamos realizando en un momento dado, como, por ejemplo, intentar recordar algo.

 

Entonces, ¿qué ocurre entre el momento en que me piden que llame al seguro y el momento en que, treinta segundos después, estoy sentado en mi sofá leyendo un libro sin recordar esa petición? La atención, que debería haberse mantenido enfocada en retener esas instrucciones en la memoria a corto plazo hasta que la conciencia hubiera decidido qué hacer con ellas -ignorarlas voluntariamente y comenzar a leer, o coger el teléfono y llamar a la compañía de seguros-, se distrae con cualquier estímulo externo o interno que se produzca inmediatamente después de recibir dichas indicaciones.

 

Sabemos que la cantidad de información que podemos codificar en la memoria de trabajo es limitada cuando la atención es baja [1]. Y la atención se reduce cuando no nos enfocamos en nada en particular y empezamos a divagar; no pensamos en nada concreto, pero sentimos que los pensamientos y las ideas surgen de forma espontánea y nos llevan hacia imágenes lejanas. Aparentemente, este proceso tiene una ventaja evolutiva, y es que nos permite desarrollar un pensamiento lateral, intuitivo, el cual necesita una gran libertad de movimientos para relacionar eventos e información aparentemente distantes unos de otros y llegar a soluciones originales e innovadoras[2].

 

Hay una red neuronal particular en nuestro cerebro, una red de neuronas que es extremadamente activa precisamente cuando dejamos que nuestra mente divague; en estos casos, los estímulos exteriores entran en nuestro cerebro sin que nosotros pongamos filtros especiales, y la atención está prácticamente desactivada. Esto recibe el nombre de “Red de Modo Predeterminado”, y se ha descubierto que es mucho más activa en las personas autistas que en las neurotípicas.

 

En la práctica, la mente autista divaga constantemente, y el nivel de atención es extremadamente bajo la mayor parte del tiempo. Los estímulos externos e internos, por lo tanto, no son bloqueados por la atención, sino que bombardean la conciencia y crean ese estado de distracción constante, de mente que nunca descansa. Y todo ello a costa de nuestra memoria a corto plazo.

 

Un estudio interesante nos dice que: “El cerebro de los sujetos autistas genera más información en reposo. Proponemos que la producción excesiva de información en ausencia de estímulos sensoriales relevantes o atención a señales externas subyace a las diferencias cognitivas entre individuos autistas y neurotípicos. […] La adquisición de información en el estado de reposo del cerebro proporciona evidencia cuantitativa de una característica típica del autismo: la retirada al mundo interior de uno”. [3]

 

Ya que no hay ninguna función que pueda estar desconectada de las demás, vemos que, en el autismo, la memoria a corto plazo es arrastrada como una ráfaga de viento por esa característica de la que hemos hablado muchas veces: el funcionamiento sensorial diferente. Este, a su vez, está directamente relacionado con la dificultad de mantener una atención activa, excepto en casos en los que estemos realizando una tarea por la cual sintamos un interés muy fuerte -los llamados “intereses especiales”-.

 

Tanto si nos encontramos inmersos en algún interés particularmente absorbente, como si estamos a merced de nuestros sentidos y de los pensamientos a los que se apega nuestra mente sin descanso, el resultado final es que parece que estemos encerrados -de manera más o menos evidente- en un mundo propio. Y, por lo tanto, parece que estemos poco interesados en lo que ocurre en nuestra alrededor, en la información que recibimos y debemos guardar en la memoria a largo plazo.

 

Dicho esto, si no recordamos algo, si no tiramos la basura cuando salimos de casa, o si dejamos que la cena se queme en el fuego, no lo hacemos por desinterés o mala fe: simplemente, nuestra memoria a corto plazo tiene dificultades para retener información que la mayoría de las personas recuerda y maneja de manera más automática.

 

Desde que entendí este mecanismo, he dejado de culparme de mis olvidos y de los problemas que muchas veces se derivan de ellos, y he tratado de minimizarlos con trucos muy sencillos. El primero, y el más efectivo, es dejar lo que esté haciendo y anotar en ese mismo instante lo que necesito recordar: si estoy hablando y se me ocurre una idea para un artículo, me disculpo y lo anoto en mi libreta, en el móvil o en una hoja de papel; si agendo una cita mientras hablo por teléfono, la marco inmediatamente en el calendario.

 

A veces es imposible apuntar lo que necesito recordar, así que anulo cualquier otro pensamiento y repito esa información una y otra vez hasta que puedo escribirla o finalizar la tarea. Por ejemplo, si estoy en la habitación y suena una alarma para recordarme que apague el fuego de la cocina, desde que suena la alarma me voy repitiendo a mí mismo: “apaga el fuego de la cocina”, hasta que finalmente lo hago. Más de una vez se me ha quemado lo que estaba cocinando porque entro a la cocina sin recordar qué iba a hacer allí.

 

Dado que las personas autistas solemos tener dificultades para desactivar la “Red de Modo Predeterminado[4]” y, por lo tanto, mantener la atención necesaria para gestionar la memoria a corto plazo de forma natural, como sí que hacen las personas neurotípicas, una buena solución es utilizar blocs de notas, bolígrafos, calendarios, aplicaciones móviles, despertadores, y, lo que encuentro muy útil: pedirle a la gente que me recuerden si tengo que hacer algo por ellos. Porque prefiero que piensen que tengo serios problemas de memoria a corto plazo a que piensen que soy una persona desconsiderada que promete cosas y no las cumple.

 

Espero que este artículo haya sido útil. ¡Nos vemos a la próxima con otra función ejecutiva explicada en detalle!

 

Bibliografía

 

[1] Gazzaley, A., & Nobre, A. C. (2012). Top-down modulation: bridging selective attention and working memory. Trends in Cognitive Sciences, 16(2), 129–135. doi:10.1016/j.tics.2011.11.014

[2] Handy, T. C., & Kam, J. W. Y. (2015). Mind wandering and selective attention to the external world. Canadian Journal of Experimental Psychology/Revue canadienne de psychologie expérimentale, 69(2), 183–189.

[3] Pérez Velázquez, J. L., & Galán, R. F. (2013). Information gain in the brain’s resting state: A new perspective on autism. Frontiers in neuroinformatics, 7, 37.

[4] Kennedy, D. P., Redcay, E., & Courchesne, E. (2006). Failing to deactivate: Resting functional abnormalities in autism. Proceedings of the National Academy of Sciences, 103(21), 8275–8280.