Desde hace un tiempo, una nueva palabra ha aparecido en el mundo de la Diversity & Inclusion: neuroinclusión. Pero, ¿qué significa?
Es un neologismo, y como muchas palabras de reciente creación no existe una definición única, ni ha habido un uso suficientemente extenso y duradero de este término a lo largo del tiempo como para haber creado una costumbre que sugiera una interpretación clara. Por el momento, la palabra neuroinclusión se utiliza de dos maneras diferentes, y las diferencias de uso, aunque a primera vista puedan parecer insignificantes, modifican profundamente su significado.
Podemos entender la neuroinclusión como la inclusión de personas que presentan diferencias neurocognitivas con respecto a la media de la poblacion, es decir, personas neuroatípicas o neurodivergentes. O podemos pensar en la palabra neuroinclusión en relación con el concepto de neurodiversidad, es decir, podemos imaginar la neuroinclusión como la convivencia igualitaria de todos los neurotipos, tanto los típicos como los divergentes. Según esta interpretación, no se trataría de la inclusión de quienes son percibidos o percibidas como diferentes a la media, la clásica inclusión paternalista, aunque con las mejores intenciones.
La neurodiversidad, es decir, la variación de características en el desarrollo neurológico humano, nos permite explicar la diversidad neurológica desde un punto de vista diferente, desde un ángulo que se centra precisamente en las diferencias y no en la idea de déficits, que sean reales o presuntos. Esto, obviamente, no quiere decir que no haya más dificultades, que una persona autista o disléxica o dispráxica no encuentre toda una serie de obstáculos en su camino o que no necesite apoyo. Centrarse en la idea de diversidad entendida como la variabilidad de las características, es decir, hablar de neurodiversidad, significa hacer entender al mundo que las personas no pueden definirse exclusivamente por las carencias, los déficits, porque esto es en todo caso una falsa visión de la realidad. […]
Se habla pues cada vez más de la inclusión de las neurodivergencias (y no de la neurodiversidad, que es un error) o precisamente de la neuroinclusión.
El problema es que en la mayoría de los casos los supuestos son erróneos, porque se imponen modelos neurotípicos a las personas neurodivergentes. Lo que ocurre en muchos casos (obviamente es una generalización) es un intento de empujar a personas diferentes a utilizar estrategias de adaptación, para compensar a los que se sigue percibiendo como defectos porque se les compara con un modelo neurológico típico, “normal”. […]
Es el modelo clásico de inclusión, un proceso determinado desde arriba y que siempre se repite de la misma manera, como un clon, incluso cuando hablamos de neuroinclusión: yo, la sociedad «normal», te permito unirte a mi grupo pero tú, neurodivergente, autista, disléxico, turético o TDAH, necesitas aprender a hacer las cosas a mi manera. En definitiva, la responsabilidad de las dificultades de interacción entre dos grupos sociales, neurodivergente y neurotípico, casi nunca se comparte, sino que siempre se atribuye al grupo infrarrepresentado.
Y en cambio sería útil que los implicados en la inclusión laboral partieran de la idea de reciprocidad de la que ya hemos hablado abundantemente en otras ocasiones. No basta educar al diferente para que se comporte como una persona «normal».
¿Por qué es fundamental la idea de reciprocidad? Porque no les quita la dignidad a las personas neurodivergentes, no les responsabiliza de tener que cambiar, de tener que hacerlo mejor y superar las dificultades yendo contra su naturaleza. En resumen, decirle a una persona autista que intente resistir estímulos sensoriales para los cuales su neurología no está estructurada para resistir, es como decirle a una persona en silla de ruedas que debe intentar caminar. […]
Y aquí es donde quería llegar, el verdadero significado de la neuroinclusión que no es solo la inclusión de las neurodivergencias, porque seguiría proponiendo el modelo clásico, paternalista y disfuncional de inclusión que viene de arriba, la idea de que hay un grupo de personas mejores que otras que permite que las inferiores sean parte de su mundo. En cambio, pensamos en la neuroinclusión como la convivencia de diferentes neurotipos, los divergentes y el típico, la convivencia de la neurodiversidad, de hecho, la “neuroconvivencia”.
[Este es un breve extracto del libro «Di pari passo, il lavoro oltre l’idea di inclusione», di Fabrizio Acanfora, ed. Luiss University Press]
(Fabrizio Acanfora, persona autista, responsable de la Comunicación y de las Relaciones Externas de Specialisterne Italia)