¿Por qué podría ser más frecuente el síndrome del impostor en personas autistas que en neurotípicas?
Vamos a analizar algunas posibles explicaciones. En primer lugar, como ya adelantamos en el artículo anterior, las personas autistas procesamos el mundo de forma diferente, y, por lo tanto, también tenemos ciertas particularidades a la hora de trabajar -aunque esto son generalizaciones, todas las personas autistas son diferentes-; preferimos realizar una tarea detrás de otra -no de forma simultánea-, tener reuniones de equipo cortas y/o con poca gente, recibir indicaciones claras y concisas, etc.
Por lo tanto, es posible que, al ver a otros compañeros tener reuniones interminables, o saltando de una tarea a otra sin ningún problema, empecemos a dudar de nosotros mismos -obviando que tenemos muchas otras virtudes a destacar-: “¿Y si yo no sirvo para trabajar aquí? ¿Y si se dan cuenta de que yo no soy como ellos quieren que sea?…”.
En este punto, es posible que hagamos masking para encajar con el resto de compañeros; iremos a comer con ellos aunque estemos agotados por algún cambio imprevisto en el calendario de entregas, aguantaremos el zumbido constante de los ventiladores de la oficina -o de personas hablando, o comiendo- sin decir nada, y, en definitiva, nos forzaremos a adaptarnos a los demás, a costa de nuestra salud mental.
Hay que recordar que el masking sostenido durante mucho tiempo es peligroso: nuestra identidad se ve afectada, diluida, y es posible que olvidemos cuestiones tan importantes como qué se nos da bien o mal en el trabajo, o en qué sobresalimos, e incluso podemos llegar a pensar que somos unos impostores y que no nos merecemos nuestra posición en la oficina.
Además, muchas personas autistas tienen ansiedad -la prevalencia está entre un 42% y un 79%-, así como baja autoestima, especialmente las mujeres autistas diagnosticadas de adultas. Esto favorece las rumiaciones constantes sobre nuestro desempeño y la aparición de distorsiones cognitivas -potenciadas, además, por la tendencia a la rigidez y el pensamiento dicotómico-; “Si he hecho esto mal, lo haré siempre mal”, “Si no hago esto perfecto, seré un/a fracasado/a”, “Me han felicitado por este trabajo, pero en realidad ha sido solo cuestión de suerte”, “Seguro que esto me sale mal, mejor no lo intento”, etc. Este tipo de pensamientos, relacionados con el pesimismo defensivo, “protegen” a la persona del sufrimiento que provocaría un posible fracaso, pero también le privan de experimentar ilusión y alegría ante nuevos proyectos.
Por último, y tal y como dice la activista autista @NaturxSinFiltro en un vídeo sobre el síndrome del impostor, las personas autistas solemos necesitar certezas de todo -datos, estadísticas, pruebas objetivas e irrefutables de nuestra valía-, pero nos encontramos con dudas eternas; “¿Mi éxito es producto de la suerte o de mi esfuerzo? ¿Qué porcentaje de azar ha influido en el resultado final de este trabajo? ¿Y si en realidad he llegado hasta aquí solo porque los demás me han ayudado?”.
Dudas sobre el diagnóstico de autismo
Las personas autistas también pueden experimentar dudas acerca de su diagnóstico, especialmente si han sido diagnosticadas de adultas, si sus rasgos son “poco visibles”, y si son mujeres, porque aún existe la creencia de que las mujeres no pueden ser autistas -o que es algo muy infrecuente-.
¿Por qué se produce el síndrome del impostor en relación al diagnóstico de autismo? Por varios motivos: en primer lugar, por los comentarios negativos del entorno -“es imposible que tú seas autista”, “a ti no te ocurre nada”, “eso son tonterías”, “¿para qué necesitas una etiqueta?”, “pero si tú eres normal”, “todos somos un poco autistas”-.
Estas opiniones pueden ser expresadas sin mala fe, con la intención de ayudar, pero lo que consiguen, en la gran mayoría de los casos, es invalidar a la persona, menospreciar todos los obstáculos que seguramente ha tenido que superar para conseguir el diagnóstico, inmiscuirse en asuntos -la identidad ajena- que no son de su incumbencia.
Además, la literatura sobre autismo está muy desactualizada -los artículos médicos, los temarios de másteres universitarios-, así como la cultura popular -el cine o las series- y el imaginario colectivo sobre lo que significa “ser autista”; muchas personas creen, por ejemplo, que una persona no puede ser autista si hace contacto visual o si tiene amigos. Esto genera prototipos en la cabeza, basados en imágenes arquetípicas del autismo, y obviando completamente que el autismo es un espectro. Por lo tanto, las personas que no encajan en esos extremos -es decir, la mayoría- pueden llegar a dudar de su diagnóstico.
Debemos desterrar los mitos y estereotipos alrededor del autismo, alentar a los médicos y terapeutas a actualizar sus conocimientos sobre el tema y seguir visibilizando el autismo entre la población para aumentar los diagnósticos de casos menos evidentes, mejorar la calidad de vida de todas las personas y disminuir, en la medida de lo posible, esas dudas eternas sobre el diagnóstico y sobre uno mismo.
Escrito por Montse Bizarro.
Notas:
Augusto Della Torre, M. L. (2021). Efectos del camuflaje en la salud mental de las personas con el trastorno del espectro autista [Trabajo de suficiencia profesional para optar el Título Profesional de Licenciado en Psicología, Universidad de Lima]. Repositorio Institucional – Ulima.
Magiati, I., Ozsivadjian, A., & Kerns, C. M. (2017). Phenomenology and presentation of anxiety in autism spectrum disorder. In C. M. Kerns, P. Renno, E. A. Storch, P. C. Kendall, & J. J. Wood (Eds.), Anxiety in children and adolescents with autism spectrum disorder: Evidence-based assessment and treatment (pp. 33–54). Elsevier Academic Press.
Silvia [Naturx Sin Filtro] (5 de junio 2023). Síndrome del Impostor (edad adulta) [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=2KfVpymyjCs&t=217s